lunes, 28 de marzo de 2011

29/03/2011 19:30 hrs. Velatón en Los Leones con El Vergel













Más información: http://tressillas.blogspot.com/2011/03/29-de-marzo-velaton-cultural-con.html

Helicópteros, balazos y secuestros

Era una mañana de viernes, tenía entonces 14 años y llegué al colegio pensando que sería un día más. Pero era 29 de marzo de 1985. Y todavía lo tengo fresco en la memoria como lo debe tener toda la comunidad escolar del Colegio Latino Americano de Integración de la época.

Comenzó la jornada escolar como todos los días. En la puerta del colegio recibiendo a los alumnos estaba Manuel Guerrero Ceballos, (el tío Manuel para nosotros), luego un saludo y a las salas de clases.

Al poco rato empezamos a extrañarnos por lo bajo que se escuchaba el vuelo de un helicóptero. Eran vuelos rasantes y muy frecuentes. De la nada se sienten unos estruendos muy fuertes, yo dije “se reventaron neumáticos”. Pero pensé ¿tantos? Otros compañeros gritaron: ¡¡No, esos son disparos, y son acá!! Fue en ese momento que se me ocurrió que era probable, pero no quería creer que escuchaba disparos cerca del colegio. Se escuchan unos rechinazos de neumáticos… seguidos de un grito y un silencio interminable y a la vez, angustiante.

En la sala, todos ansiosos por saber que estaba pasando no sabíamos que hacer, entre algunas compañeras nerviosas y algunas otras llorando, recuerdo a una compañera que huyó de la sala diciendo que “iba al baño”, en realidad iba a averiguar todo lo que escuchamos previamente. Luego lo que nadie esperaba, mi compañera entra gritando ¡¡¡Se llevaron al Tío Manuel!!!

El profesor que guiaba la clase nos reunió a todos y nos prohibió salir de la sala hasta que nos fuesen a avisar que pasaba. Al aceptar por fin que habían sido disparos lo que escuché, empecé a preocuparme por mi hermana, ella estaba en otra sala y además era bastante más cercana que yo al tío Manuel. Lo único que quería era saber de ella.

Al poco rato se asoma por la puerta otro profesor, y nos pide que todos salgamos tranquilos y ordenados, al patio trasero del colegio. Se evacuaban las salas y se reuniría a los alumnos en el patio.

Afligida yo buscaba a mi hermana por todos lados hasta que la vi y pude respirar tranquila. Una vez, reunido todo el colegio en el patio se nos comunicó que estaban llamando a todos los apoderados para que nos fuesen a buscar.

En medio de la inquietud, algunos preguntaban: ¿Y el tío Manuel? ¿Qué le pasó al tío Manuel? Nos dijeron que pronto nos informarían. Por el momento teníamos que quedarnos en el patio y esperar que llegaran a buscarnos.

Al encontrarme con mi hermana, ella lloraba. Y entre sollozos me dice: se llevaron al tío Manuel. Casi sin respirar me cuenta que “parece que se llevaron también al papá de la Javiera” (José Manuel Parada).

Estando reunidos en el patio se nos confirma la gravedad y doloroso de lo que ha ocurrido. Se habían llevado al Tío Manuel, además a José Manuel Parada y que en su intento por ayudarlos le llegó un disparo en el abdomen al profesor Leopoldo Muñoz (Tío Leo), quien venía en ese momento caminando al colegio desde el Jardín Infantil, donde él era profesor y que quedaba a una cuadra.

Llegan mis padres al colegio, y antes de irnos se nos informa que en la noche se hará una reunión de apoderados que terminó en una velatón espontanea.

En mi casa fue una tarde muy triste, con mucha pena por lo que estaba pasando, mis padres partieron al colegio para ser informados de lo que pasaba. El colegio estaba rodeado de velas y claveles por todos lados, había un ambiente de tristeza en toda la comunidad escolar.

La reunión del viernes fue de padres, el sábado 30 en la mañana hubo una reunión a la que fuimos los alumnos.

En el escenario del colegio se nos informa que el tío Leo está grave y que habría que esperar que todo saliese bien. Luego sube a decir unas palabras Manuel Guerrero Antequera, hijo del tío Manuel. Entre el dolor y la esperanza dijo algo que nunca podré olvidar: puede aparecer sin cabeza en el rio Mapocho mi papá. Inolvidable. Es algo tan fuerte de escuchar de alguien que estaba pasando por una pena enorme por el secuestro de su padre. Luego de algunas palabras y escuchar algunas canciones, nos retiramos a nuestras casas.

El sábado por la tarde era angustiante. No saber qué estaba pasando con ellos, pues se temía lo peor. Cerca del medio día se encuentran los cuerpos. Se difunden noticias durante la tarde por la Cooperativa y el noticiario central se inicia con la confirmación de que se encontraron 3 cuerpos degollados a un costado de la carretera en la comuna de Quilicura. Luego el Servicio Médico Legal, confirmaría que corresponden a los profesionales secuestrados desde la entrada del Colegio Latinoamericano de Integración, además de un tercer cuerpo, que posteriormente fue identificado como el de Santiago Nattino Allende quien había sido secuestrado el día anterior en las calles Apoquindo con Badajoz, en el sector alto de la capital.

Este caso que me toco vivir, siendo una adolescente, es un recuerdo imborrable y doloroso que llevo conmigo. Es asumir abrupta y cercanamente que en nuestro país el asesinato y la tortura se dieron en muchas familias chilenas, en muchos casos en más de un miembro de la familia y actualmente muchos aún siguen buscando a sus familiares desaparecidos. Se ha avanzado haciendo justicia, pero el país tiene deudas pendientes con ellos todavía.

La violación sistemática a los Derechos Humanos, fue una constante durante la dictadura cívico-militar. Dedico este relato a los familiares de Manuel Guerrero Ceballos, José Manuel Parada, Santiago Nattino Allende, Eduardo y Rafael Vergara Toledo y todas las víctimas de la Dictadura.

Escrito por Mariela Ormeño García el 28 de marzo de 2011

viernes, 25 de marzo de 2011

Homenaje a Santiago Nattino (1986)

Tríptico de la segunda exposición de arte "Homenaje a Santiago Nattino", realizada en la Galería Bucci en 1986, donde participaron numerosos artistas gráficos en plena dictadura, como acto de resistencia en el arte.


"Así es la vida, así siempre sea". Homenaje a Manuel Guerrero Ceballos

Video homenaje al profesor Manuel Guerrero Ceballos, ex-presidente de la Asociación Gremial de Educadores de Chile (AGECH) Metropolitana y asesinado por la dictadura el 29 de Marzo de 1985 junto a los profesionales José Manuel Parada y Santiago Nattino.

Realizado el año 2004 por el Departamento de Cultura del Colegio de Profesores.

La Vicaría reclama justicia por José Manuel (1985)

Funcionarios de la Vicaría de la Solidaridad junto a miembros de organizaciones de derechos humanos se congregan en el frontis de la Catedral de Santiago para exigir justicia por el asesinato José Manuel Parada perpetrado por efectivos de carabineros (año 1985). Parada era miembro de la Vicaría al momento de ser asesinado.


Fotografías de Juan Carlos Cáceres

miércoles, 23 de marzo de 2011

A mi ciudad - Luis Le-Bert y Coro Latino Cordillera

En el acto cultural del año 2010, se hizo presente Luis Lebert con Jorge Campos y más amigos músicos y todos ellos, acompañados de las voces de los niños y niñas de Colegio Latino Cordillera, dejaron oir en Los Leones con El Vergel hermosas y emotivas versiones de una canción.



"Canta, es mejor si vienes, tu voz hace falta, quiero verte en mi ciudad..."

Cabalgan en nosotros

Cabalgan en nosotros idénticos sueños
la arrasadora utopía de la vida,
la memoria intacta,
la altiva rebeldía,
que no sea el olvido y la distancia
la que justifique "que ya tú no me importas".
Que sean las semillas
las que hoy día aquí nacen
quienes permitan que esta llama
mantenga la memoria intacta.

Escrito por Leopoldo Muñoz De la Parra (Tío Leo) y Claudio Escobar Cáceres en marzo del 2011, para ser usado como coro hablado antes de cantar, como parte del ritual contra el olvido.

29 de Marzo: Velatón Cultural “Con Memoria y Alegría, Adelante por la Vida. Parada, Guerrero, Nattino ¡¡Presentes!!"

La organización Ciudad Elefante, conformada por un grupo de jóvenes y adultos que trabajan por la memoria y los derechos humanos, junto a Colectiva Babel, el Centro de Padres y Madres y el Coro del Colegio Latinocordillera, junto al Centro de Estudiantes del Latino Puyehue, invita a la ciudadanía a un acto cultural en homenaje a la vida comprometida de José Manuel Parada, Manuel Guerrero Ceballos y Santiago Nattino, secuestrados y degollados el 29 de marzo de 1985 en manos de agentes del Estado.

En la oportunidad, con la animación de Jaime Davagnino, participarán los músicos Luis Le-Bert, Manuel García, Rebeca Godoy, Juan Ayala (Juana Fé), Elizabeth Morris y José Seves, Tío Leo y Coro del Colegio Latinocordillera, agrupación Napalé, José Secall, Yosa Vidal y Joaquín Figueroa, entre otros.

Canta y comparte con nosotros/as. Trae y enciende tu vela por los Manueles y don Santiago, así como por los hermanos Rafael y Eduardo Vergara y Paulina Aguirre Tobar. Nada ni nadie está olvidado. Ni los crímenes, ni las luchas.

Fecha: Martes 29 de marzo, 19.30 a 21.30 hrs.
Lugar: Frontis ex Colegio Latinoamericano de Integración (El Vergel con Los Leones, comuna de Providencia. Entre Pocuro y Eleodoro Yáñez)

Contacto:
- Rocío Alorda, periodista 09-9642317
- Manuel Guerrero Antequera, concejal 08-2092837

lunes, 21 de marzo de 2011

Al Alba camino a Quilicura

Este es un cuadro del destacado pintor nacional José Balmes pintado en 1994 como homenaje a Parada Guerrero y Nattino.

La obra está incluida en la publicación "Cuaderno Uno, Lugares para la Memoria", Programa de Derechos Humanos Ministerio del Interior/Programa de Obras y Artes Ministerio de Obras Públicas, Mayo 2005. Esta publicación puede ser descargada desde este link: http://www.arquitecturamop.cl/centrodocumental/Documents/DDHH_cuaderno_uno.pdf

"A nosotros no"

En el tercer capítulo de la tercera temporada de la Serie "Los 80", producida por Canal 13 y con guión de Boris Quercia, se abordó de manera muy delicada, respetuosa e inteligente el impacto que provocó en todo el país el secuestro y asesinato de Manuel Guerrero, José Manuel Parada y Santiago Nattino.

La serie desarrolla una historia ficticia intercalada con imágenes de archivo documental que le dan densidad y perspectiva histórica a la trama. La historia se sitúa entre los años 1982 y 1986, en plena dictadura, y gira en torno a los diversos eventos sociales, culturales, económicos y políticos que marcaron al país. Todos estos sucesos son mostrados y narrados desde la realidad de una familia de clase media atravesada por las repercusiones de la crisis económica en el empleo del padre, la integración de la madre al mundo laboral, los estudios y participación política de la hija mayor, los contactos del hijo mayor con nuevos movimientos culturales alternativos y las vivencias escolares del hijo menor, entre otros.

En el capítulo 3 de la tercera temporada, la noticia del secuestro y asesinato de José Manuel, Manuel y Santiago impacta a toda la familia y sobre todo a la hija mayor, quien asiste a los funerales.

Con memoria, adelante por la vida (2010)

El año 2010, por las coincidencias que a veces trae consigo el destino, el acto político cultural en memoria de Parada, Guerrero, Nattino, estuvo marcado por la tragedia ocurrida un mes antes, del terremoto y maremoto del 27 de febrero en la zona centro sur del país (tal como en 1985 el secuestro y asesinato había sido antecedido por el terremoto del 3 de marzo).

En este marco, el acto realizado el lunes 29 de marzo en la esquina de Los Leones con El Vergel se denominó "Con Memoria, adelante por la vida". En la oportunidad participaron los músicos Manuel García, Luis Le-Bert, Jorge Campos, entre otros. En solidaridad con las víctimas del sismo, se realizó una colecta solidaria para cooperar con útiles escolares para ayudar al colegio “Manuel Guerrero Ceballos” de la comuna de Cerro Navia, establecimiento que quedó seriamente afectado tras el terremoto. Las donaciones consistieron en: cuadernos, lápices mina, lápices de colores, papel craft, reglas, libros escolares y diccionarios.

Al concluir la jornada, como todos los años, se encendieron miles de velas por los Manueles (José Manuel Parada, Manuel Guerrero) y don Santiago (Santiago Nattino).













Durante la actividad, quienes anduvieron ese día por las calles Los Leones o El Vergel, pudieron ver esta instalación de un elefante realizado por l@s niñ@s del Colegio Latinoamericano de Integración, con materiales reciclables. Fue parte del acto organizado por el colectivo Ciudad Elefante en memoria de Parada, Guerrero y Nattino.

"Los elefantes tienen una memoria prodigiosa, pueden memorizar centenares de sonidos y olores entre ellos y de manera muy especial, los de su tribu. También pueden reconstruir mentalmente un mapa de los lugares visitados y de las distancias recorridas por su familia. Los elefantes no olvidan a los suyos e incluso hay estudios que demuestran que llevan luto por los ausentes. Pero se dice también que no sólo son capaces de almacenar recuerdos, si no que también de resignificarlos permanentemente".
















Fotógraf@: Rodrigo Soto
Lugar: calle El Vergel, Providencia, Santiago, Chile.
Fecha: 2010/03/29

Todos los días, Toda la vida. Acto por la Memoria (2009)

El año 2009, el acto de conmemoración de los Manueles y don Santiago tomó la forma de una gran mesa comunitaria, en la cual se compartieron recuerdos, anécdotas, junto con muestras artísticas y culturales de diversa índole.

"Porque creemos en el derecho a la memoria, y la vida, recordamos a quienes hoy no están, pero que nos dejaron una maravillosa lección de solidaridad, democracia y justicia" decía la convocatoria pública de ese año de los familiares y el colectivo Ciudad Elefante.

La actividad se llevó a cabo el sábado 28 de marzo, a las 18 horas en Los Leones con el Vergel (ex frontis Colegio Latinoamericano de Integración), creándose en el lugar un verdadero espacio mágico donde se pudo compartir con la familia y los amigos, junto a una larga mesa en torno a la cual se pudo conversar, comer, escuchar buena música y celebrar la vida.

Al finalizar la actividad comunitaria, se realizó la tradicional y emotiva Velatón.

Con memoria y alegría, adelante por la vida (2008)

Continuando la experiencia inaugurada en el año 2007, el sábado 29 de marzo 2008, se realizó la segunda jornada "Con Memoria y Alegría, Adelante Por la Vida", a la que convocaron los hijos de José Manuel Parada, Santiago Nattino y Manuel Guerrero, junto a jóvenes profesionales y artistas agrupados en CIUDAD ELEFANTE.

Durante seis horas, más de dos mil personas asistieron al acto artístico cultural que se desarrolló en el corazón de Santiago, en la Plaza Brasil, donde la creatividad juvenil dio riendas sueltas a un verdadero Carnaval Ciudadano, con bandas de rock, danza, actividades para niños y cientos de jóvenes bailando comprometidos con la memoria social de los luchadores caídos para conquistar la democracia.

Familias completas disfrutaron al aire libre del arte de la Banda Conmoción, Saiko, Compañía Danza Espiral, Akinetón Retard, Rebeca Godoy, Tomás González, Mauricio Redolés y su banda Ruido Bustos. Animaron la jornada Jaime Davagnino y Adela Secall, contamos con la participación del actor Francisco Reyes, mientras el colectivo cultural El Nuevo Ejército Chileno, con la música de la banda Cuchara, construía junto a decenas de niños un elefante gigante con colihue, adornado con las pinturas de los menores, y de múltiples banderas donadas por artistas como José Balmes, Hernán Meschi, Mario Navarro, Rodrigo Salinas, Nicolás Grum, Voluspa Jarpa, entre otros.

El colectivo Cultura en Movimiento, junto al Movimiento Nueva Izquierda y el Taller Sol, lideraron una Feria de Organizaciones Sociales, que exhibió una diversidad de miradas y tomas de posición críticas y constructivas a la sociedad. Estuvieron presentes, entre otros, con sus stands Amnistía Internacional, Fundación Victor Jara, Coordinadora Universitaria de Diversidad Sexual, Vecinos por la Defensa del Barrio Yungay, Polo Izquierdo de la Memoria, Somos Iglesia, Colectivo Mujeres Públicas, Comité de Refugiados Peruanos, Memoria Feminista, Colectivo de Feministas Jóvenes, Editorial La Vida Es Hoy, entre otros, mientras jóvenes médicos egresados de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM) de Cuba, atendían a las personas que requirieran información y eventual asistencia.

Radio Tierra cubrió el evento, a través de su señal 1300 AM en el dial y por Internet, durante cuatro horas de transmisión en vivo, intercalando la música de las bandas, con entrevistas a los organizadores y participantes, comentarios, historia de la vida y asesinatos de José Manuel, Santiago y Manuel, así como de Rafael y Eduardo Vergara, y Paulina Aguirre perpetrados hace veintitrés años por parte de funcionarios de la dictadura. Con este aporte, Radio Tierra diseminó la jornada a todo el globo.

A las 19:30 hrs., la actividad se trasladó a Av. Los Leones con el Vergel, al corazón de la comuna de Providencia, donde otras cientos de personas rindieron tributo a la vida comprometida. En un escenario ubicado en la calle, bellamente iluminado, el locutor Sergio Campos y la actriz Javiera Contador le relataron a los vecinos del sector qué sucedió ahí, en aquella su esquina y quiénes eran los Manueles y don Santiago. El poeta y escritor Pedro Lemebel dio el vamos a este homenaje con la lectura de un texto de su libro De Perlas y Cicatrices. El trovador uruguayo Federico Wolf, el cantautor chileno Luis Lebert, y el coro del Colegio Latinocordillera conducido por el profesor Leopoldo Muñoz de la Parra, conectaron a los asistentes a través de la música con la identidad latinoamericana y la fuerza cósmica de la lucha y esperanza de otros pueblos. El cineasta Sebastián Moreno presentó un cortometraje de su autoría, que trajo al presente a Santiago Nattino, José Manuel Parada y Manuel Guerrero, en un momento de mucha emoción y dulzura, pues se pudo oír sus voces, verlos en movimiento, conocer su humanidad serena y valiente. Por último, CIUDAD ELEFANTE hizo público el proyecto de construcción de un memorial en aquella esquina y de declaratoria de sitio histórico.

A las 22:30 de la noche concluyó la jornada con una hermosa Velatón en el frontis del ex Colegio.


Álbum fotográfico de http://www.flickr.com/photos/chilefotojp/

Esas maravillosas Sillas llenas de ustedes

He visto, esas imponentes sillas libres,
llenas de ustedes
Sin gotas de polvo ni penas,
y hoy sin dolores.
Solo llena de ustedes,
libres de nubes y óxidos
Solo llena de ustedes,
amados héroes,
amadísimos manueles.
Se sienten los germinales gritos,
pero, el de los niños,
pero jugando en sus escuelas
se siente de nuevo la dignidad de los estudiantes
y de a poco, la de los trabajadores
se sienten las bellas ideas de siempre
y esfuerzos revolucionarios de nuestros ayeres

Ustedes y nosotros sabemos,
que no están ausentes e inasistentes
están todavía
y en cada uno de nosotros haciendo su entrega
Pues claro, ustedes y nosotros comunistas de siempre,
Siempre entregados a las tareas que nos demandan los humildes
Que orgullo,
que brillo,
que reluciente el valor de ustedes se siente
y mañana cuando pasen vuestros nietos
y nuestros nietos, los miraran

Desde lejos ya se divisan sus estandartes de existencias
en esas, sus bellas sillas libres, pero llena de ustedes

ellos, nuestros amados nietos,
por esos aceros alzados,
con el cruce de los nuevos vientos
oirán más que un susurro,
sentirán las risas de todos los niños

Están tan altas,
como ustedes lo fueron y seguirán asi
sus sillas que nadie las podrán alcanzar
están hechas a la estatura moral y la dignidad suyas.

Como tu brote nos ha dicho, Uds. Manueles que se elevaron cual Dédalo e intentaron atrapar el sol
para dárselos a los demás,
No podrán ya nunca, alcanzarlos, ni tocarlos,
Nadie, nadie, menos los innombrados.

Hermanos, nuestros de siempre y por siempre
yo les llore junto a mi amada flor,
en un atardecido abril
les acompañe a vuestra tranquilidad,
ahora, juntos les cantamos,
por el triunfo que ayudaron a crear
Y les decimos con vuestra memoria y alegría,
Adelante manueles y santiago por la vida.
y ahí están, vuestras sillas libres y llenas de ustedes.

Freddy Martínez
Un antiguo joven camarada

Poema recibido en homenaje a Manueles, 29 de marzo de 2008

Miles de nombres en el cuerpo, o de una carta enviada

Manuel, compañero Manuel, sal de tu sueño eterno, Manuel.......
(canción de Francisco Villa)

Querido Manuel Guerrero Antequera:

Te escribo días antes de que nos encontremos en el Foro que compartiremos, lo hago con la intención de que entiendas por que te abrazaré tanto y estos ojos te mirarán buscando a otros en los tuyos.

Te escribo pensando cómo el padre o madre de alguien puede formar parte esencial de mi vida sin conocer necesariamente a sus hijos o hijas. Por que Manuel fue uno de los elementos centrales de mi infancia.

Lo veo transitar en mi memoria hasta el día de hoy, pasando por aquella semana fatídica y trascendiendo de sus peregrinajes clandestinos en el departamento familiar.

Hoy resulta extraño explicar la alegría que surgía en mi y en mi hermano con la presencia del compañero en nuestro hogar, las cercanías familiares de mi madre y de mis tíos que se extendían más allá del ambito gremial o político partidario. Manuel llegando al depto con lentes, otra vez con barba, con pinta de canuto, con vestimenta de cuico, Manuel llegando sonriente, sin demostrar qué era lo que le había sucedido en esas semanas, meses en los que no lo habíamos visto. Manuel definiendo sin querer, sin saber, cual sería el perfil del compañero de ruta que he ido buscando por la vida.

Quizás muchas de las conversaciones o juegos que se dieron en nuestro departamento, que actuaba como una de sus casas de seguridad, debieron ser de ustedes, y quizás muchas de las flores típicamente dibujadas deberían haber llegado a sus manos.

Pero, como dice un gran amigo, esa es la pinche vida que nos tocó vivir, y que forjó quienes somos hoy.

Tengo claro que si Manuel viera en lo que nos hemos convertido, estaría contento. Aquellos/as en los que influyó en su paso clandestino, hoy somos luchadores/as aguerridos/as, convencidos/as de que el cambio social es posible. Que levantar la voz es una herramienta necesaria, política y revolucionaria.

Hoy a horas de que sea otro 29 de marzo, con 21 años más en el cuerpo aún lo añoro y aún recuerdo vívidamente la llamada telefónica avisando de su detención, las manos rápidas de mi madre recolectando sus recuerdos, el auto estacionado en la esquina de Rosas con Bulnes volviéndose sumamente real, la mirada de mi hermano con sus 12 años llenándose de lágrimas, y sobre todo me recuerdo a mí guardando uno a uno los muñecos con los que jugaba, con la clara consciencia de que hasta ahí nos llegaba la infancia, de que nos tocaba convertirnos en adultos/as, ya que la mano sucia de la dictadura entraba dolorosamente y no habrían más rondas infantiles ni palabras dichas espontáneamente sin pensarlo 2 ó 3 veces antes.

Para ir acomodando el dolor, traté de recordar los inumerables momentos luminosos compartidos con Manuel y con tantos/as otros/as que sin ser tan conocidos/as fueron construyendo esta ruta que se llamó nuestra infancia, distintos rostros, aromas (no nombres, primera premisa no aprenderse los nombres). Me dirigí donde mi madre y creo que llegó mi hermano también y lloramos, y nos abrazamos y pusimos música para acompañar el ya tradicional ritual de quemar y romper los recuerdos... sabiendo que había que tomar la bandera y seguir, seguir dandole a esa pinche dictadura que se llevaba otra vez uno de nuestros amados.

Un abrazo

Natalia

Escrito por Natalia Flores González el 12 de diciembre del 2006

sábado, 19 de marzo de 2011

Fotografías de la memoria

Los registros visuales son elemento fundamental para la preservación de la memoria histórica. En la cabecera de este sitio hemos realizado una composición a partir de múltiples fotografías, en la que buscamos plasmar visualmente el recorrido de la lucha por la verdad, la justicia y la memoria de los Manueles y don Santiago, y a través de ellos, de todos y todas las víctimas de las violaciones a los derechos humanos.

La imagen principal, usada como fondo de la cabecera y también incluida en el set de imágenes en miniatura, corresponde a una fotografía del memorial "Las Sillas" ubicado a un costado del aeropuerto internacional de Santiago, en el sitio donde fueron encontrados muertos los Manueles y don Santiago, tomada al atardecer del 29 de junio de 2007 por el destacado fotógrafo chileno Alejandro Hoppe y donada para este Memorial Virtual. Esta fotografía fue utilizada también para ilustrar la portada del libro "Memoriales en Chile: Homenajes a las víctimas de las violaciones a los Derechos Humanos", FLACSO / Ministerio de Bienes Nacionales de Chile, 2007, disponible en http://issuu.com/flacso.chile/docs/memoriales_fotos.

La siguiente fotografía fue tomada por Claudia Basaure cerca del mediodía del 29 de Marzo de 2006, en el marco de la inauguración del mismo monumento construido en recuerdo de Santiago Nattino, Manuel Guerrero y José Manuel Parada. Formó parte del set de imágenes publicadas en dicha ocasión por el Ministerio Secretaria General de Gobierno de Chile y está actualmente puesta a libre disposición por su autora en wikipedia.


La imagen de la puerta oscura iluminada al centro por una luz de vela es una fotografía de Ignacio Rodríguez tomada la noche del 31 de marzo de 2007, durante la Velatón de ese año. Ahí fué donde secuestraron a Manuel Guerrero y José Manuel Parada, y balearon a Leopoldo Muñoz, mientras adentro los alumnos del Colegio Latinoamericano de Integración estaban iniciando su día de clases.


La fotografía de niños y adultos poniendo velas en los muros del colegio (en ese momento en proceso demolición para luego construir el edificio residencial que actualmente está en la esquina de Los Leones con El Vergel) fue tomada en la misma noche del 31 de marzo del 2007 y está actualmente publicada en un álbum digital del Movimiento Nueva Izquierda.

La fotografía de los familiares de Manuel, José Manuel y Santiago Nattino marchando corresponde a una imagen de la protesta que ellos realizaban todos los viernes en el bandejón central de la Alameda frente a La Moneda, en plena dictadura (1985), exigiendo justicia por el triple asesinato. Encabezan la acción Manuel Guerrero Antequera -hijo de Manuel-, Estela Ortiz -viuda de José Manuel-, Owana Madera -compañera de Manuel-, y la Sra. Elena Reyes -viuda de Santiago-. Tomada del archivo digital de Manuel Guerrero Antequera.

Finalmente, la imagen de los rostros de Manuel, José Manuel y Santiago en blanco y negro, fue ampliamente difundida el día de su secuestro, para exigir su liberación, y luego del horrible asesinato, para exigir juicio y castigo a los responsables, circulando en los más diversos formatos, como afiches, murales, lienzos y panfletos. Se convirtió en una imagen emblemática enarbolada por multitudes de chilenos y chilenas democráticos movilizados por verdad y justicia en Chile.

El amante Nattino

En el mes de noviembre del 2010, el muralista chileno Marcelo Gacitúa de la Brigada Negotrópica, quien se autodefine como "DiseñadorDibujantePintorMaestrochasquilla", presentó este trabajo titulado "El Amante Nattino", como tributo a Santiago Nattino Allende.

Las fotografías corresponden al mural realizado por él, para la muestra del Latin Lover Fest, evento de carácter internacional que convoca, explora y difunde los nuevos rumbos del diseño gráfico y la cultura visual contemporánea global-local.

Este mural estuvo expuesto hasta el 24 de diciembre del 2010 en el Centro Cultural de España, en Santiago de Chile.

SANTIAGO NATTINO.
Diseñador gráfico publicitario, dibujante, cartelista, pintor. El 29 de marzo de 1985 fue secuestrado por efectivos de la Dicomcar (el servicio de inteligencia de carabineros) junto al profesor Manuel Guerrero y el sociólogo José Manuel Parada. al día siguiente los tres aparecieron torturados y degollados a la orilla de una carretera, camino a Pudahuel.

El último beso a papá

Hace 23 años, un día 29 de marzo a las 8:35 de la mañana, llegaba al colegio, como todos los días, y vi a mi a papá recibiendo a los niños, pues era el inspector del colegio. Conversaba con José Manuel Parada, sociólogo de la Vicaría de Solidaridad, antiguo camarada de la época de la Jota, y apoderado del colegio.

Llegué y nos saludamos de beso. Me llevó un momento a un lado y me contó que habían secuestrado a un grupo de profesores de su asociación gremial, la AGECH, de la cual era dirigente, y que los aprehensores habían preguntado por él. Me quedé atónito mirándolo. Tenía catorce años pero eso ya era edad suficiente como para tener la lógica mínima de que si te buscan, estábamos en pleno estado de sitio, escóndete, ándate del país, qué haces aquí a las puertas de este colegio, a plena luz del día, te van tomar!!!!

Se lo planteé, y él, muy pausado y mirando con una ternura infinita a los ojos, me tomó las manos y me dijo que no, que éste era su trabajo, éste era su país, que él ya se había ido una vez y no lo volvería a hacer, que su lugar era junto al pueblo y su lucha para terminar con la dictadura.

Le di un beso y me fui a clases. Mi sala daba las espaldas a la calle. A las 8:50, oímos un helicóptero descender casi al techo del colegio. Nos miramos todos extrañados. Luego un freno de
un auto, griterío de voces masculinas que denotaban forcejeo, un balazo y silencio. Tomé el brazo del compañero de banco y le dije: "mi papá". Él me miró sorprendido, pero preocupado a la vez. Fui muy categórico.

Inmediatamente entra Carmen Leiva a la sala, que era miembro del Centro de Alumnos, con los ojos en lágrima y tirándose los dedos de las manos. Le pedía permiso al profesor para hablar con Manuel Guerrero. Yo me paré de inmediato y le dije: " se llevaron a mi papá". Asintió con la cabeza y se puso llorar.

Salí de la sala y me fui directo al baño. Me hablé a mi mismo preguntándome qué haría papá en una situación como ésta. Salí corriendo a inspectoría, pedí el teléfono y llamé a Sergio Campos, amigo de mi padre, que era locutor de Radio Cooperativa, muy escuchado en Chile. Me puso al aire y denuncié que sujetos desconocidos, probablemente de la CNI, habían secuestrado a mi padre junto a José Manuel Parada, y que temía por sus vidas. Llamé a que la ciudadanía se movilizara de inmediato para exigir a las autoridades su búsqueda y liberación.

Salí de inspectoría y fui a la calle a ver qué es lo que había sucedido exactamente. Había una confusión enorme en el colegio. Cuando se los llevaron había un curso completo que en ese momento estaba en clases de educación física y se encontraba trotando alrededor de la manzana. Muchos de ellos vieron el plagio.

Ahí me enteré que el tránsito había sido interrumpido, minutos antes del rapto, por Carabineros, motorizados y a pie, y que se reanudó apenas se habían llevado a mi padre con José Manuel. Que el helicóptero también era de Carabineros de Chile. Que al tío Leo lo habían baleado y que un profe se lo había llevado a la clínica. Que Marcela, una compañera de segundo medio del colegio, intentó quitarles a los raptores a mi padre, que alcanzó a tomarle la mano, pero los otros era más fuertes. Que el Pelluco, uno de los dueños del colegio fue encañonado y amenazado, por lo que él, pálido, probablemente para proteger a los niños, cerró la reja del colegio, dejando a mi padre y José Manuel peleando solos con sus raptores en la calle, y que ahí llegó corriendo el Leo, que casi recupera a mi padre que no paraba de gritar, son de la CNI!, ayuda!, nos quieren secuestrar!

Me paré en la calle y me bajó la sensación que todo esto ya lo había vivido. Le pedí a Cristóbal, un compañero y amigo de la Jota del colegio, que me sacara de ahí, que yo tenía un papel que cumplir, que no podía pasarme nada. Cuando nos fuimos a casa de Cristóbal había llegado la policía de investigaciones de Chile junto a Carabineros para preguntar qué había pasado... Me irritó el cinismo de nuestras instituciones de Orden y Seguridad y traté de pensar a qué lugar se llevaban a papá en ese momento...

En casa de Cristóbal conversamos qué podíamos hacer. Era todo confuso, me faltaban elementos, papá sabía lo que estaba ocurriendo, en qué debía fijarme y acordarme para entender con qué y quiénes estábamos tratando... Yo mismo no tenía clara cuál era la función de papá en el Partido, conocía su labor de dirigente público, pero debía haber algo más, pues sino por qué tanto recurso del Estado comprometido para tomarlo... Me faltó edad, experiencia, y claro, papá realizaba una actividad con mucho sigilo que sólo con el tiempo pude ir reconfigurando. Ahí estaba la verdadera clave de su secuestro y posterior degollamiento. Su caso fue utilizado para atormentar a toda la sociedad, de ello no cabe ninguna duda. Pero no era sólo eso, había un odio particular hacia él, desde el año mismo año 76...

A fines de 1984, la peridiodista Mónica González de la revista Cauce, de oposición al régimen, había sido contactada por Andrés Valenzuela, alias "El Papudo", ex agente del Comando Conjunto, quien se encontraba sometido a profundos remordimientos por sus acciones pasadas y valientemente dio el paso a contar su verdad, a riesgo de que se supiera y fuera ultimado por sus propios ex colegas.

Mónica González se juntó con él y no podía dar crédito a todo lo que este hombre le relataba: detalles de las detenciones, torturas, ejecuciones y lugares donde habrían dejado los restos de muchos detenidos desaparecidos durante el año 1976, el mismo año en que el Comando Conjunto había tenido detenido desaparecido a mi padre. La periodista dándose cuenta de que se trataba de información extremadamente delicada, antes de su publicación decidió validar la misma, para lo cual contactó a José Manuel Parada, que a la sazón era el encargado de Documentación y Archivos de la Vicaría de la Solidaridad. En Chile habían muy pocas personas que como él manejaban casi toda la información acerca de los aparatos represivos, pues le llegaban a diario los testimonios de los luchadores sociales y sus familiares que habían sido apresados.

José Manuel, al conocer el carácter de la información y antes de entrar en su detalle, le sugirió a la periodista que había una persona, la única persona en realidad que contaba con toda su confianza y que podía triangular su propia experiencia de detención en manos del Comando Conjunto y lo que indicaba Valenzuela: mi padre. Con la venia de Mónica González, los tres se pusieron a analizar las largas horas de grabación del testimonio y mi padre con José Manuel no podían creer a lo que estaban accediendo: la estructura completa del Comando Conjunto, sus acciones, las fechas de detención de los militantes comunistas detenidos desaparecidos, los sitios en que fueron ultimados, los nombres y alias de los agentes de las distintas ramas de las fuerzas armadas y de civiles que participaban en el Comando. Mi padre, absolutamente impresionado, iba confirmando una a una las informaciones.

Estaban frente a una maravilla de información para aclarar muchos casos de violaciones a los derechos humanos, pero al mismo tiempo se dieron cuenta que sus vidas, como la del ex agente, corrían peligro. Por ello decidieron que la información se publicaría cuando Andrés Valenzuela estuviera a salvo fuera del país y cuando ellos mismos hubieran alcanzado a tomar las medidas de seguridad que evitaran su inminente captura. La decisión era presentar toda la información a los Tribunales de Justicia para que investigaran los hechos...

Los agentes del Comando Conjunto, ahora agrupados en un departamento de la Dirección de Comunicaciones de Carabineros, con domicilio en calle Dieciocho, en el mismo local de la "Firma", se pusieron en alerta y decidieron cortar literalmente el problema por la raíz: eliminar a José Manuel y mi padre. Y a eso fue a lo que se abocaron el 29 de marzo de 1985, el día que le dí el último beso a mi papá...


Escrito por Manuel Guerrero Antequera, hijo de Manuel Guerrero Ceballos.

Hay que despertarse siempre construyendo un fantástico y delirante horizonte

Me pidieron que dijera algo hoy y acepté con ganas, y entonces llevo toda la semana pensando que decir, como pararme aquí e inventar algunas palabras que contengan algo de sentido.

Al principio se me ocurrió escribirle una carta imaginaria a mi viejo, un carta que le contara sobre estos extraños días, una carta que hablara de dolor, de ausencia, de vida, de esperanza, que hablara de orgullo, de reivindicaciones y luchas imposibles.

Quería leer palabras que hablaran con sinceridad de nuestras arrogancias y egoísmos, de nuestros miedos e ingenuidades. Pensaba leerle una carta que pudiera resumir sinceramente estos largos años.

Pero me di cuenta de que era una carta imposible y entonces en tan profunda imposibilidad comencé a pensar en estos años de ausencia, en la rabia, en el odio contenido, quise contarles que todavía no perdono la monstruosidad, ni la barbarie.

Nuestra herida esta abierta, ha sido imposible cerrarla, no queremos cerrarla y de vez en cuando sangra y arde y duele y uno la mira y no queda otra que aprender a vivir con ella. Es por esto que todavía no entiendo como fue posible la tortura, la muerte a la salida de los colegios, el miedo empapando todas las esquinas, como fue posible que la expresión impudorosa del terror dominara este país durante tantos años, que todavía no entiendo como lo hicimos para sobrevivir fuertes al infierno.

Me pregunto de adonde sacamos fuerza para seguir levantándonos cada mañana.

Hoy me doy cuenta que hay experiencias que son verdaderamente inexpresables, que no tienen sonido, que no permiten la voz, que no hay palabras que sirvan para contarlas. Quizás sirva un grito, un solo grito desgarrador y eterno atrapado en la garganta.

Hay experiencias que se viven desde el abismo y la nebulosa.

Me acordé que los asesinos del José, Santiago y Manuel están presos. Y pensé que sí, que es verdad que ha servido, que hoy camino más tranquilo y alegre por las calles, y pensé que las cosas al final no han sido tan malas, he descubierto cosas increíbles, he recibido un legado envidiable de cada uno de las personas que me he ido encontrando durante estos largos años…

Y entonces pensé en Fernando el Papá de la Bárbara y en Fernando el Papá de la Estela, del Pablo, y la Licha y me acordé de Eduardo el otro abuelito de la Antonia, y pensé en Miguel Enríquez, en Allende, y en Víctor Jara y por supuesto que se me vinieron a la mente los Hermanos Vergara y Rodrigo Rojas y el viejo del Pablo, me acordé del papá del Beto, y del hermano de la Farha, del papá de la Farha, me acordé de los viejos del Vladimir, de la Viviana, , de la Waleska y el Luciano, de la Carito y la Moyenei, el del Rony, el de la Daniela, el del Jaime, el de Felipe, el del Iván, el de la Carolina, el de Juan Pablo, pensé en los hijos de la Sra. Ana, en el esposo de la Sola, el papá de Lorena, me acordé del Max y la Reinalda, pensé en el hijo de la payita, en la pareja de la Carmen, en el papá de la Michelle y en el viejo del Alfredo, en la Lumi y en el Dago, y se me vinieron a la mente todos y cada uno de los que nos dejaron entremedio de la lucha.

Y pensé que aunque la mayoría habían sido asesinados antes de que yo naciera, igual me daba la impresión de conocerlos, de que estaban vivos, tan vivos en cada uno de nosotros.

Y pensé que esos hermosos hombres y que esas hermosas mujeres nos habían regalado al ser humano, nos habían regalado la dignidad y el orgullo por nuestra gente. Que estos hermosos hombres y mujeres me enseñaron gran parte de las cosas que se de la vida, me enseñaron a caminar entremedio de este extraño mundo.

Es por esto que hoy más que nunca necesitamos seguir íntimamente recordando, y públicamente luchando por mejorar radicalmente y de una vez por todas las deficientes políticas de derechos humanos que hoy día existen.

Mientras no haya justicia la tarea va a estar inconclusa. Hay que derogar la ley de amnistía, hoy debemos presionar a los parlamentarios concertacionistas y a los jueces de las cortes para que de una vez por todas la justicia actué a cabalidad.

Estos Crímenes se produjeron bajo el alero del estado, y al no tener a los responsables individualizados y cumpliendo condenas, perversamente toda la sociedad chilena se vuelve en culpable de haber permitido la barbarie, cómplices silenciosos del genocidio.

Yo creo que a pesar de que estamos fuertes y más enteros que nunca y pensé en nuestra eterna paciencia. Y entonces nos vi a todos tan distintos, nos vi alegres, con la mirada profunda, nos vi tan diferentes, hermosos, y pensé que a nuestros luchadores caídos les gustaría nuestra vehemencia. Pensé que les gustaría que algunos hoy sigan pensando en rebeldía y barricadas, y que haya otros que vivan por la danza, la música, el arte. No tengo duda de que estarían orgullosos de la explosión de vida que representamos, de la increíble fuerza que liberamos a cada paso.

A mi me enorgullece ser parte de esta historia, compartir mi mundo con ustedes, me enorgullece su presencia hoy, y me llena de energía para seguir tozudamente caminando. Me gusta la forma que tenemos de habitar esta tierra, llena de miles de preguntas y con tan pocas respuestas, me gusta cuando aceleramos el paso o cuando nos detenemos con nostalgia a mirar el horizonte.

Tuvimos la suerte de ser hijos de estos combatientes valientes, que dieron su vida por un chile más justo, por una vida más tierna y amable.

Somos hijos de aquellos que nos enseñaron que lo urgente no es vivir mucho, que lo que realmente importa es la intensidad con la que enfrentamos nuestras propias vidas.

Aprendimos que hay que salir siempre a navegar bondadosos y valientes por la inmensidad del mundo, buscando en cada esquina un sentido que nos entusiasme y nos alimente, que nos de la seguridad de salir a exigir lo que es nuestro.

Aprendimos que hay que despertarse siempre construyendo un fantástico y delirante horizonte.

Muchas Gracias.

Palabras de Juan José Parada, hijo de José Manuel Parada el 31 de marzo del 2007

viernes, 18 de marzo de 2011

Santiago Nattino en el corazón

Escribo para Santiago Nattino cuando ciertos detalles del rostro de mi amigo comienzan -debido al efecto del tiempo maldito y, por paradoja, tratándose de un pintor como él-, a desdibujarse en mi memoria. Por fortuna va quedando inalterable lo esencial de aquel hombre que se ganaba la vida creando hermosos y elocuentes afiches.

Empezaré por decir que la noche del sábado 30 de marzo de 1985 un grupo de amigos celebrábamos una fiesta de cumpleaños en mi casa de Pedro de Valdivia con Bustos, con la clara disposición de olvidar, al menos transitoriamente, la otra noche que se había precipitado sobre Chile hiriendo ríos y personas, y aplastando al sol en los campos, como si la Cordillera de los Andes se hubiese despeñado sobre la flaca y débil contextura del país.

Animaba aquel día de cumpleaños una alegría desatada, tan sólo comparable con los excesos que se viven en los escasos momentos de solaz que brinda la guerra. Intentábamos realizar una suerte de saumerio de bailes y bebidas, consagrado a expulsar siquiera por algunas horas la tragedia.

En un momento de cumbias, los golpes enérgicos y angustiados en la puerta de calle de aquella casa no fueron escuchados ni por los bailarines -Poli Délano, Carlos Olivarez, Ramiro Rivas, entre otros- que giraban en el pequeño living, ni por quienes sentados en colchonetas colocadas sobre el piso gratificaban con vivas y aplausos burlones la escasa habilidad que demostraban al desplazarse al ritmo de la música. Sin embargo, Carlos Cerda, más atento a lo que sucedía en el mundo global, pudo captar las señales de afuera y se incorporó para atender los insistentes llamados del timbre y los golpes intermitentes en la puerta.

Santiago Nattino, el artista pintor de 63 años, se encontraba desaparecido desde el jueves 28. Al día siguiente, los sicarios del dictador procedían a secuestrar en las puertas del Colegio Latinoamericano de Integración al profesor Manuel Guerrero y al sociólogo José Manuel Parada. Trámite siniestro que realizaron baleando previamente y en el mismo lugar, en presencia de adultos y niños, al educador de párvulos Leopoldo Muñoz de la Parra, por intentar acudir en auxilio de Guerrero.

En algún momento del movido cumpleaños los escritores y artistas presentes sabrían de golpe lo que la teoría tantas veces les había señalado: en materia de salvajismo y brutalidad, la realidad concreta de los tiempos que vivíamos en Chile superaba ampliamente a la realidad concebida por los creadores más delirantes.

Quien llamaba a la puerta era la abogada Carmen Hertz. Doce años atrás, en octubre de 1973, había sufrido la pérdida de su marido, Carlos Berger, a manos de la dictadura, y desde entonces vivió doblemente angustiada, sufriendo y brindando apoyo a los ciudadanos que como Nattino, Parada y Guerrero no regresaban a sus hogares a la hora que con escrupulosa planificación anunciaban a sus parientes antes de salir a la calle.

Entonces era ministro del interior un tal Ricardo García Rodríguez, otra marmota en invierno, uno de los tantos lambiscones satisfechos a rabiar con la dictadura, que sin rubor ponían en duda ante la prensa la veracidad y las motivaciones de los crímenes que se cometían bajo su jurisdicción. Sobre la constante ocurrencia de hechos vergonzosos y crueles, parecía estar más enterada la prensa mundial extranjera, la de China, Japón, o Africa que los funcionarios del gobierno más militarizado y con más férreo control autoritario de la historia de Chile.

El jueves 28, cuando Nattino no volvió a casa a la hora convenida, el corazón de Elena Nattino, la esposa de Santiago, alertada por el tic tac del reloj intuyó también, con extrema incredulidad -no puede ser, qué ha hecho mi marido- que a su esposo le había ocurrido algo que en aquellos tiempos siempre revestía gravedad.

Un desaparecido más no paralizaba al país. La vida cotidiana parecía no sufrir alteraciones. Se celebraban bautizos, matrimonios y cumpleaños. Sin ánimo alguno de participar en la fiesta de mi casa ese día sábado 30 de marzo, Carmen Hertz después de que por fin le abrieran la puerta se acercó a Carlos Cerda y le habló en el oído. Después, se retiró presurosa con un pañuelo en los ojos. De regreso, Cerda se entretuvo en la puerta cerrándola con extrema lentitud, maniobra absurda que apenas consiguió demorar un par de segundos la entrega de la noticia.
-Los encontraron -le había dicho Carmen-. ¡Los han asesinado a los tres!

Una pareja de médicos allí presentes abandonó a toda prisa el departamento y sus movimientos resonaron en el silencio. Al día siguiente, se marcharían del país.

Me pregunté en solitario si había sido un rictus de la sonrisa tan particular de Nattino, o un desconocido fulgor en sus ojos, de compasión o desprecio, los signos que habían enojado al verdugo mayor y a los sicarios cuando decidieron acabar de manera tan atroz con su vida. ¿Cuál había sido el ruido que hizo su cuerpo menudo, su alma grande y silenciosa para que con tanta ira los asesinos se percataran de su presencia?

Ante su féretro no hubo desfiles y en su entierro escasearon las demostraciones de adhesión desmesuradas.

Fue humilde, de corazón noble, lleno de sensibilidad.

A menudo recuerdo al amigo, al compatriota sensible y generoso. Cómo olvidar cuánto se enriquecieron mi primer libro publicado a los veintiún años, Los sueños quedan atrás, y después Déjame tener miedo, con las portadas dibujadas por él. Similar trabajo de colaboración realizó para escritores como Armando Cassígoli, Braulio Arenas, Antonio Montero, Luis Merino Reyes, Poli Délano, Altenor Guerrero (padre del asesinado Manuel Guerrero), Luis Enrique Délano, Manuel Miranda y Eugenio García Díaz.

A veces, cuando observo esa gran paleta de la naturaleza que es el cielo, me parece encontrar en lo alto un retrato grande pintado con nubes, lunas y soles. Veo en ese marco infinito a Santiago Nattino, José Manuel Parada y Manuel Guerrero. Los asesinos parecen huir a perderse tras las nubes más negras, heridos por las espadas del amor y la solidaridad -única arma que supieron empuñar los tres mártires-.

Meses antes de la muerte de Manuel Guerrero, la Sociedad de Escritores de Chile nos solicitó a Martín Cerda y a mí que acompañáramos a Manuel Guerrero, padre (autor de la novela Tierra fugitiva) a una entrevista con Rafael Retamal, entonces presidente de la Corte Suprema, en el palacio de los tribunales. Nos recibió un anciano frágil, en cuyas espaldas encorvadas uno podía adivinar el agobio que le producía la representación de un poder teórico, de fachada, mantenido ahí por el dictador. Un "supremo" encadenado, al que se le negaban todas las facultades y medios para impedir las reiteradas violaciones que cometía la dictadura contra el derecho y la equidad.

Manuel Guerrero se proponía suplicar al máximo exponente de la "justicia" chilena que los tribunales le prestaran amparo a su corajudo hijo, Manuel Guerrero, quien desde hacía meses sufría el asedio de los servicios montados por la dictadura para exterminar opositores y demócratas con un desparpajo sostenido y aplaudido por poderosos gobiernos extranjeros y por un sector de civiles ligados a los intereses económicos. El aterrorizado Guerrero padre pedía a Retamal que hiciera respetar la ley arbitrando las medidas necesarias para evitar la consumación del anunciado crimen.

El anciano jurista avanzó hasta la posición de Manuel Guerrero con pasitos cortos, arrastrando los pies y lo abrazó como si fuera él el desamparado. De los pequeños ojos de Retamal cayeron abundantes lágrimas y entre murmullos deslizó una excusa:
-Lo siento, lo siento. No puedo hacer nada. Las autoridades no escuchan a la justicia.

Al final, con los ojos aún húmedos, Retamal recomendó hacer ruido en los medios informativos y llamar la atención de la ciudadanía sobre el caso, en la esperanza de que los corazones y los ojos vigilantes de millones de compatriotas amedrentarían a los asesinos. Fue inútil, igual fueron asesinados Manuel Guerrero, Santiago Nattino y José Manuel Parada.

Después de aquel trágico cumpleaños, dediqué una noche entera de vigilia al recuerdo de Santiago Nattino. Lo vi en el Gran Palace, en uno de los conciertos que anualmente ofrecía Quelentaro y que eran como baños termales de libertad. Lo vi en su taller, donde trabajaba con tesón, como uno de los tantos discriminados en Chile, sometidos a espionaje y permanente sospecha de ser enemigos de lo que para ellos significaba el concepto "patria".

Aquellos recuerdos inspirarían más tarde lo que en principio fue un cuento mío de ocho páginas, El himno nacional, pero que pronto cobró una irrefrenable vida propia, desarrollando múltiples vertientes hasta convertirse en la novela que publicó LOM Ediciones en el año 2001. Un modesto homenaje para quien tuvo una muerte tan horrorosa y que no debe ser olvidada por los chilenos de buen corazón.

Escrito por Fernando Jerez el 02 de septiembre de 2004.
Publicado originalmente en http://www.puntofinal.cl/574/nattino.htm

Memorial del Bandejón Central

Iván Andrusco encubrió el caso de Manuel Guerrero, José Manuel Parada y Santiago Nattino.
(Manuel Guerrero hijo)

Los familiares de los tres profesionales comunistas asesinados por efectivos de Carabineros en 1985 se manifestaron frente a La Moneda para exigir la salida de Iván Andrusco, recientemente designado por Piñera como el nuevo director de Gendarmería. Manuel Guerrero, hijo, dijo que "es espantoso que se siga gobernando con el elenco pinochetista".
(Francisco Mardones)

Era todos los viernes
a la misma hora que hoy
con el tiempo,
el truco para poder iniciar el rito
era que las esposas de los Manueles y de don Santiago
se bajaban presurosas de un taxi
y rompían con la acción
en algún rincón del óvalo del Bandejón Central
así era llamada la acción: la del "Bandejón Central"
y varias veces cosechamos empujones, patadas, agua y más represión!

Hoy éramos los(as) mismos(as)
casi los(as) mismos(as)
llenos de canas, más la bella solidaridad joven
y es curioso y maravilloso como no habiendo cambiado el marco de impunidad
tampoco ha cambiado la porfiada esperanza!

Cabalgan en nosotros(as) idénticos sueños
la arrasadora utopía de la vida
la memoria intacta
la altiva rebeldía!

Manuel, José Manuel, Santiago
PRESENTES!

"tenemos todos los sueños claros!"

Escrito por Claudio Escobar Cáceres el 11 de abril del 2010.
Publicado originalmente en http://www.g80.cl/noticias/columna_completa.php?varid=7955

miércoles, 16 de marzo de 2011

Y esas velitas ¿para qué son?

Yo no vi nada, no oí nada, no debería recordar nada. Pero por algo así como un recuerdo colectivo, tengo imágenes y sonidos que se han construido y entrelazado por la historia oral de los que sí estuvieron.

Que fue por la mañana. Que habían tocado la campana. Que sabían que los venían persiguiendo. Que estaban en la entrada del local de los grandes. Que sus hijos estaban en las salas. Que forcejearon. Que a golpes los entraron en la maleta. Que el tío Leo venía caminado, que los vio, que corrió y cayó por una bala intencionada.

Han pasado los años y había olvidado que ahí, donde se disparó la bala, cada año hay un encuentro, donde por una noche se ilumina la calle con velas que hacen un recorrido por la memoria y la historia.

Me fui hace 15 años del colegio y me fui también de esos "otros" espacios. No volví a las salas, ni al patio, pero tampoco volví los 29 de marzo...dejé las clases, los compañeros y las velas.

Este año, que ya son 20, algunos días antes de la velatón comenzaron a llegar los correos convocando a la memoria. Fue extraño pero fui. Nada nunca es como en los recuerdos. Ni las puertas, ni el patio, ni los baños tenían el tamaño recordado, las caras eran todas más grandes, y sobre el escenario se había trocado el folclore por el hip-hop. Todo era a la vez viejo y nuevo. Pero algo no cambió, algo seguía siendo lo mismo, algo así como un código comprensible y pertenecible. Me volví a sentir Latina. Poniendo velas volví a sentir que esa calle, Los Leones era mía.

En ese reencuentro hice la vieja caminata a casa con un grupo de compañeros. Entre anécdotas y copuchas, se nos acercó una señora, con mucha soltura y cara sonriente, nos preguntó "¿Y esas velitas, para qué son?" Y miré para atrás y vi todas las velas en un camino recto por varias cuadras y la miré a ella, y tuve ganas de decirle "¡cómo es posible que no sepa!", "¡qué donde había vivido!".

Pero la calle se veía bonita y la señora estaba sonriente.

Es cierto yo no vi nada, no escuché nada. No me acuerdo del helicóptero que oyó la Paloma. Incluso por un largo tiempo lo olvidé. Pero sí, estuve ahí, a una cuadra de la bala, de la pena, del miedo... de la rabia.

Y otros no estuvieron. No pueden olvidar porque no supieron. Nunca les contaron, ni comentaron. ¿Y esas velitas para que son? para que la historia corra, para que no desaparezca en el tiempo, para que otros puedan, con retrazos de recuerdos construir la imagen y finalmente cuando pasen frente a unas nuevas velas no pregunten qué se está celebrando, ni para que son, ni para que están.

Escrito por Cristina Guerra el 01 de abril del 2005.

La Amnesia de las Bicicletas

Mi Memoria soñó que íbamos en bicicleta, mi Memoria, un amigo y yo rumbo al colegio Latinoamericano el día en que habían secuestrado a Manuel Guerrero. Estábamos detenidos en un semáforo. Mi Memoria despertó y yo estaba dormida junto a él, desnuda aún en esta tarde calurosa de primero de enero de dos mil cinco, a pocos meses de cumplirse veinte años después.

Cuando desperté, mi Memoria me trajo un café con amor y me contó su sueño. Que extraño sueño, le dije, si yo fuera tú llamaría a mi tocayo y se lo contaría. Te lo estoy contando a ti, decía mi Memoria desde la ducha mientras yo me secaba el pelo. Lo estoy compartiendo contigo, quiero saber qué te pasa a ti con esto, el sueño es igual a como fue.

¿Cómo fue qué?, le dije a mi Memoria, ¿Quieres decir que los tres fuimos en bicicleta al Latinoamericano el día del secuestro? Sí, dijo rotundo mi Memoria. No recuerdo nada dije mientras los ojos otra vez se llenaban de las lágrimas de la amnesia.

Las lágrimas de la amnesia son especiales, no son cualquiera, invaden con fuerza e impotencia porque vienen de donde uno ya no pudo y borró no más.

Así mi Memoria me relató la escapada de nuestro colegio, la ida en bicicleta y la llegada al colegio Latinoamericano. Dibujó en dos palabras mi cara al descubrir que uno de los secuestrados llamado José Manuel, era José Manuel Parada, que pertenecía a mi geografía feliz. Dolor. Mi Memoria pierde mi rastro en una sala oscura de sillas pequeñas, al parecer habrían llegados nuestros padres a buscarnos.

¿Qué habrá sido de nuestras bicicletas?

Mi Memoria me besa, me pregunta qué tal esta camisa y el pantalón, nuestra hija quiere saber si puede llevar su muñeca y yo me perfumo antes de partir al cumpleaños del padre de mi Memoria. Estamos salvos.

Sanos, también.

Escrito por la bloggera perrachoca el 14 marzo del 2005.
Publicado originalmente en su blog "Agüita Perra"

El 85 yo tenía 9 años

Tengo el recuerdo tan claro... el 85 yo tenía 9 años, y a pesar de saber lo que pasaba en nuestro país, la dictadura, las desapariciones, el clandestinaje, los apagones... todo era medio juego, medio real... no mencionar a los/as tíos/as que se quedaban en el depto uno o dos días y luego se marchaban... no mirar el maldito auto que porfiadamente se estacionaba en Rosa con Bulnes todas las mañanas puntualmente a las 7 am... callar...

Pero esa noche, cuando llamaron para informar que habían encontrado a Manuel, muerto y degollado, lentamente guardé uno a uno los peluches con los que jugaba a la escuela, y asumí que ya no era un juego, que las historias escuchadas no sucedían en el limbo, que la realidad era fuerte y egoista, que los hombres del auto porfiado no eran estáticos, que Manuel no iba a volver a aparecer en nuestro depto, que esa mirada acogedora y revolucionaría que representó mi primer enamoramiento seguiría a nuestro lado...

Es cierto... hace 21 años que se nos fue la infancia y nos volvimos adultos/as de golpe y porrazo.

Escrito por Natalia Flores González el 20 de marzo de 2006.

Yo estaba en El Vergel esa mañana

Yo estaba en El Vergel esa mañana. Desde la sala de clases que estaba más cerca de la puerta frontal, oímos los disparos, el helicóptero... todavía recuerdo como nos miramos con Manuel, con ese entendimiento perfecto que tiene la gente que se ve todos los días, y cómo el dijo "mi papá" sin saber aún cosa alguna, pero sabiendo en el fondo todo, porque sabíamos que algo así podía pasar cualquier día.

Habíamos aprendido tácticas de evasión se segumientos, habíamos aprendido a hablar sin usar nuestros nombres, a comer papel y tantas otras cosas, pero no estábamos preparados para lo que pasó. No se puede estar preparado para que maten a tu papá o a tu profesor, que lo maten por pensar y por escribir, por querer que el mundo sea mejor. Y lo que pasa es que por último en la guerra, unos de los que haceres más estúpidos e inútiles de la humanidad, hay ciertas reglas, uno sabe qué esperar, y quién viste de soldado sabe que se está jugando la vida voluntariamente. Pero aquí no había guerra.

El papá de Manuel no iba de trinchera en trinchera ni lanzaba bombas, y ni siquiera lo promulgaba. Su trabajo era abrirle los ojos a sus alumnos, a nosotros, abrirnos el alma. Recuerdo por ejemplo, una clase que nos hizo donde nos enseñó lo que era y cómo se había originado la música Reggae, una música de protesta!

Así que de chicos aprendimos a tener miedo de que hasta la persona más inocente y maravillosa podía caer en manos del asesinato institucionalizado. Así y todo, ahí estuve, ahí me tocó, y por nada del mundo quisiera haber estado en otro lugar. Porque pude ir a la clínica a acompañar a Leo, porque pude abrazar a mi compañera del colegio que había forcejeado con los agentes que se llevaban a Manuel, que tal vez le salvó la vida a Leo con su presencia, pero que durante días no pudo hablar, y que cuando dormía despertaba gritando "Manuel dame tu mano". Ella tampoco estaba preparada. Ninguno lo estábamos.

Pero sobrevivimos para sentirlo, para contarlo y para tener más claro que lo que se había hecho era una horrible transgresión, y que de alguna manera la vida de cada uno de nosotros iba a contribuir para que algo así no pudiera pasar otra vez.

Cada uno, hemos buscado maneras de llevar eso a cabo, contando lo vivido, sensibilizando, trabajando de alguna manera por una sociedad más justa. Algunos formando hijos con valores claros, otros investigando acerca de las sociedad, o del alma de las personas, o escribiendo canciones.

No es fácil. Se necesita mucho más que poner velas una vez al año. Pero de a poco, con ese y otros ritos, vamos haciendo pequeños pasos que hacen la diferencia. Así que hoy fue un bien día, un lugar y momento del cual siento orgullo de ser parte, un ritual que me hace tenerle fe al ser humano, aún.

Aún.

Escrito por Ignacio Rodríguez el 30 de marzo de 2005.

Lo recuerdo con cierta frecuencia

Ese día lo recuerdo con cierta frecuencia, siempre con una sensación poderosa que tiene que ver con la fragilidad, con lo expuestos que (no sabíamos que) estábamos.

Yo no estaba en el Latino, estaba en el San Juan, donde antes de la noticia se escucharon los gritos de l@s compañer@s que venían de allá.

Fue tan fuerte la noción de realidad que se abrió... y el helicóptero inquisidor que nos sobrevolaba mientras en el patio, alrededor de la paloma que dibujamos, todos permanecíamos en perplejo silencio con una vela en la mano.

Escrito por la bloggera Pola el 29 de abril de 2007.

Velas en el Latino

Varias veces he dicho que mi memoria es muy frágil. Recuerdo detalles y fragmentos, pero nunca hechos completamente articulados.

De esa mañana tengo grabado el sonido amenazante de un helicóptero, tal vez eran varios. No lo sé. También recuerdo ruido de autos y balas y, aunque sé que no lo vi, recuerdo al Tío Leo corriendo, angustiado, golpeado y herido, tratando de impedirlo.

Yo estuve ahí, a sólo 100 metros de donde fueron secuestrados. Estaba en el Latino de los Chicos, en Las Violetas. Tenía 8 años. Tercero Básico. Segundo piso con vista al patio, a la cancha de baby fútbol con sus murales, esos que nosotros mismos pintamos.

Lo que si recuerdo muy bien es la pena, el espanto del hallazgo de los cuerpos cerca del aeropuerto, los aniversarios, las velas. Muchas velas y un dolor mudo que sigue hasta hoy.

Es duro que algo así pase en tu colegio, es duro e injusto que un profesor y un papá mueran así, pero sin duda es más duro para los hijos, para sus parejas, para los colegas, para todos los que estaban en El Vergel ese día.

Hoy se cumplen 20 años e iremos a recordar, a romper la fragilidad de la memoria y una vez más habrá velas, cientos de velas, allí en mi colegio, donde fui niña y donde fui feliz, pero también donde conocí el dolor… el dolor ciego, sordo y mudo de esos años.

Escrito por Paloma Baytelman el 29 de marzo de 2005.
Publicado originalmente en http://blog.paloma.cl/2005/03/velas-en-el-latino.html

Otoño de 1985

(...) la mañana del viernes 29 de marzo nos fuimos solos con la Eli en la micro. Mi papá, que había sido contratado como profesor de castellano del Latino, se iría un poco más tarde, por algún motivo que no recuerdo. El viaje no tuvo nada de especial o diferente a los de otros días. Sólo un detalle nos llamó la atención por lo inusual para ser las 8:20 de la mañana (y de hecho recuerdo que lo comentamos ahí mismo con mi hermana): una micro de carabineros estacionada en la calle Los Leones, más o menos a la altura de Eleodoro Yañez.

Llegamos al colegio como siempre, serían algo así como las 8:25 hrs. En la puerta nos recibió y saludó cariñosamente un profesor de bigotes, al que llamaban el Tío Manuel, quien recuerdo llevaba puesta una chaqueta de cuero negra y conversaba con algunos apoderados que iban llegando a dejar a sus hijos (en ese momento, como recién llegado al colegio, todavía no ubicaba bien a todos los profesores, pero este rostro me era más o menos familiar, pues siempre estaba en la puerta y saludaba al llegar en las mañanas). La Eli se fue a su sala y yo a la mía.

Entré a mi sala, que quedaba en el primer piso. Era la primera, la que estaba más cerca de la puerta de la calle y tenía colgado en una muralla un gran mapa de América del Sur. Saludé a algunos compañeros y compañeras, de los que estaba recién comenzando a hacerme amigo, me senté en mi puesto y la Tía Isabel comenzó con su clase de matemáticas a eso de las 8:30 u 8:35. Como hacía pocas semanas había sido el terremoto, yo estaba particularmente preocupado por una pequeña grieta que había quedado visiblemente marcada en el techo.

Y entonces ocurrió. Serían algo así como las 8:50 y se sienten gritos desde la calle. No escucho bien lo que dicen, pero parece ser una especie de pelea o forcejeo. Luego, tras unos minutos -o tal vez fueron segundos- una fuerte explosión. En mi vida había oído el sonido de un balazo, por lo que lo primero que pensé fue en una bomba. Y luego el fuerte chirrido de unos neumáticos en el pavimento y un automóvil que arranca a toda velocidad del lugar. Casi simultáneamente, desde el cielo se siente el ruido muy cercano, casi rozando el techo del colegio, de un helicóptero policial.

La Tía Isabel se asoma a la ventana desde la esquina de la sala y su rostro se pone pálido. Yo no lo recuerdo, pero al parecer en un minuto nos dijo que nos cubriéramos bajo los escritorios. Alguna compañera de curso se pone a llorar (estoy casi seguro que fue la Magdalena) y luego el llanto se generaliza. La Tía Isabel nos pide disculpas, que esto no se debe hacer en una sala de clases, pero que le permitamos encender un cigarrillo y se larga a fumar, notoriamente nerviosa e impactada. Alguien dice "se llevaron al Tío Manuel !", "balearon al Tío Leo !", "se llevaron a otra persona de barba !". Y de aquí en adelante pierdo la noción del tiempo. Cada minuto era como una hora.

Recordé que mi papá iba a llegar un poco más tarde al colegio y relacioné con la historia que había escuchado de muy niño, de cuando en septiembre de 1973 llegaron las fuerzas golpistas a encañonarlo y apresarlo en la sala de clases del Liceo Eduardo de la Barra de Valparaíso donde era profesor, frente a todos sus alumnos, a plena luz del día. De tan sólo pensar que pudieran habérselo llevado o que lo hubieran baleado, un nudo de angustia se formó en mi garganta. Años después, recordando ese día con compañeros y compañeras de curso de la época, me dí cuenta que no fui el único: muchos pensamos automáticamente en nuestros padres y madres. Y efectivamente la tragedia tocó a una de mis compañeras: había sido al papá de la Javiera -José Manuel- al que habían raptado junto con el Tío Manuel.

El colegio se llenó de periodistas. Un grupo de alumnos más grandes pintaron un lienzo que colgaron hacia la calle, con los rostros de Manuel y José Manuel y la palabra "SECUESTRADOS" escrita con grandes letras de color rojo. Nos llevaron a todos hacia un patio interior del colegio y empezaron a llegar los apoderados para retirarnos. Nosotros nos fuimos al departamento de una amiga de mi papá (la Geca, mamá de la Fernanda) con instrucciones muy precisas: "No abran la puerta a ningún desconocido. Si se acercan carabineros a hacerles preguntas no respondan nada, digan que no saben nada".

Así pasó esa tarde eterna. No recuerdo si dormimos allí o volvimos a casa. Pero al día siguiente estábamos todos en nuestro departamento cuando escuchamos por Radio Cooperativa la noticia del hallazgo de 3 cuerpos degollados cerca del Aeropuerto. Describieron sus vestimentas y luego, más tarde, dieron a conocer sus identidades: Manuel Guerrero Ceballos, José Manuel Parada Maluenda y Santiago Nattino Allende. El llanto estalló en casa. Le pregunto a la Tía Geca qué significa "degollados" y me lo explica. Horror.

Al día siguiente los funerales masivos (...)

Escrito por Pablo Morris el miércoles 29 de marzo de 2006.

Yo estaba en la U

Yo estaba en la U cuando pasó lo de Parada, Guerrero y Nattino. Y por diversas razones, solía pasar por los Leones en forma frecuente. No podía tragarme algo tan espantoso, enfrente de un colegio, y tan sin sentido.

Entiendo perfectamente que eso no se borre de las memorias tuyas y de tus compañeros. Yo aún me asusto con los helicópteros, producto de tantas noches de toque de queda, con la luz apagada y la radio prendida, oyendo a lo lejos balaceras en algún lugar de Santiago.

Escrito por la bloggera Marcylor el 23 de marzo de 2006.

martes, 15 de marzo de 2011

Estuve en el Latino y también el día de la tragedia

Yo había llegado al Latino proveniente del Instituto Hebreo del que había arrancado por pura rebeldía. No tenía idea casi nada del establecimiento fuera de que impartía un estilo de educación alternativa, que el uniforme casi no existía y otras vaguedades. Mi hermana Raquel que había metido hace unos pocos años a mi sobrina Nicole me hablaba maravillas de él y así luego de mi constante insistencia y en un arranque de debilidad de mi padre, terminé matriculado.

(...)

Un día en clases de matemáticas, con un profesor al que casi nadie en el curso le entendía nada, aunque se supone que era un gran erudito y académico universitario, sentimos un helicóptero que volaba rasante por el techo del colegio. Con mi compañero de banco comenzamos a jugar que le disparábamos en el aire, y hacíamos el gesto de levantar el arma y gritar “Pum”. El helicóptero pasaba insistentemente lo que nos parecía extraño pero no aminoraba nuestra actitud de tomarlo para la risa. Al rato se escuchan unos gritos desde la calle, nuestra sala estaba separada sólo de un estrecho patio de la avenida Los Leones. Los gritos eran intensos, acompañados de sonidos de pasos presuroso, luego se escuchó un disparo, la clase se detuvo en frió ese segundo, algunos compañeros trataron de salir pero el profesor no lo permitió, nadie entendía nada, el ambiente era tenso y confuso.

De pronto entró una niña del centro de alumnos a la sala, buscaba a Manuel nuestro compañero de curso hijo de Manuel Guerrero Ceballos, no se exactamente que se dijeron pero Manuel salió llorando o gritando. El profesor intentó seguir con la clase pero nadie lo seguía, era su compleja pero bien intencionada forma de calmarnos. Entre medio entró uno de los directores del colegio el Tío Pedro diciéndonos que estábamos pasando por un momento muy difícil y que debíamos tener mucho cuidado, que cuando saliéramos del colegio lo hiciéramos en grupo y no habláramos con nadie.

Había alumnos, profesores y apoderados llorando y gritando por todas partes, sonidos de pánico que venían de adentro y de afuera.

Había sido tangencialmente testigo de uno de los hechos más horrendos ocurridos durantes la dictadura y quizás de la historia de Chile. De la puerta del colegio habían secuestrado al profesor Manuel Guerrero al apoderado Jose Manuel Parada y habían disparado a Leopoldo Muñoz parvulario del colegio –único en Chile- que pasaba justo en ese instante e intento resistir el hecho.

Hoy 21 años después leí que habían edificado un monumento en honor de los tres profesionales degollados. Está representado por tres sillas vacías, que como Manuel Guerrero Antequera dijo, invitan a los niños de toda condición social y diversidad familiar que pasen por el camino al aeropuerto a preguntarles a sus padres que hacen esas sillas allí, y de esa manera ser un aliciente al “Nunca más”.

Es verdad yo no los conocí, pero muchos de mis amigos sí, no puedo compartir su dolor pero si el horror de saber y entender que jamás esas sillas debieron estar vacías.

Escrito por Johny Shats el 31 de marzo de 2006.