lunes, 21 de marzo de 2011

Miles de nombres en el cuerpo, o de una carta enviada

Manuel, compañero Manuel, sal de tu sueño eterno, Manuel.......
(canción de Francisco Villa)

Querido Manuel Guerrero Antequera:

Te escribo días antes de que nos encontremos en el Foro que compartiremos, lo hago con la intención de que entiendas por que te abrazaré tanto y estos ojos te mirarán buscando a otros en los tuyos.

Te escribo pensando cómo el padre o madre de alguien puede formar parte esencial de mi vida sin conocer necesariamente a sus hijos o hijas. Por que Manuel fue uno de los elementos centrales de mi infancia.

Lo veo transitar en mi memoria hasta el día de hoy, pasando por aquella semana fatídica y trascendiendo de sus peregrinajes clandestinos en el departamento familiar.

Hoy resulta extraño explicar la alegría que surgía en mi y en mi hermano con la presencia del compañero en nuestro hogar, las cercanías familiares de mi madre y de mis tíos que se extendían más allá del ambito gremial o político partidario. Manuel llegando al depto con lentes, otra vez con barba, con pinta de canuto, con vestimenta de cuico, Manuel llegando sonriente, sin demostrar qué era lo que le había sucedido en esas semanas, meses en los que no lo habíamos visto. Manuel definiendo sin querer, sin saber, cual sería el perfil del compañero de ruta que he ido buscando por la vida.

Quizás muchas de las conversaciones o juegos que se dieron en nuestro departamento, que actuaba como una de sus casas de seguridad, debieron ser de ustedes, y quizás muchas de las flores típicamente dibujadas deberían haber llegado a sus manos.

Pero, como dice un gran amigo, esa es la pinche vida que nos tocó vivir, y que forjó quienes somos hoy.

Tengo claro que si Manuel viera en lo que nos hemos convertido, estaría contento. Aquellos/as en los que influyó en su paso clandestino, hoy somos luchadores/as aguerridos/as, convencidos/as de que el cambio social es posible. Que levantar la voz es una herramienta necesaria, política y revolucionaria.

Hoy a horas de que sea otro 29 de marzo, con 21 años más en el cuerpo aún lo añoro y aún recuerdo vívidamente la llamada telefónica avisando de su detención, las manos rápidas de mi madre recolectando sus recuerdos, el auto estacionado en la esquina de Rosas con Bulnes volviéndose sumamente real, la mirada de mi hermano con sus 12 años llenándose de lágrimas, y sobre todo me recuerdo a mí guardando uno a uno los muñecos con los que jugaba, con la clara consciencia de que hasta ahí nos llegaba la infancia, de que nos tocaba convertirnos en adultos/as, ya que la mano sucia de la dictadura entraba dolorosamente y no habrían más rondas infantiles ni palabras dichas espontáneamente sin pensarlo 2 ó 3 veces antes.

Para ir acomodando el dolor, traté de recordar los inumerables momentos luminosos compartidos con Manuel y con tantos/as otros/as que sin ser tan conocidos/as fueron construyendo esta ruta que se llamó nuestra infancia, distintos rostros, aromas (no nombres, primera premisa no aprenderse los nombres). Me dirigí donde mi madre y creo que llegó mi hermano también y lloramos, y nos abrazamos y pusimos música para acompañar el ya tradicional ritual de quemar y romper los recuerdos... sabiendo que había que tomar la bandera y seguir, seguir dandole a esa pinche dictadura que se llevaba otra vez uno de nuestros amados.

Un abrazo

Natalia

Escrito por Natalia Flores González el 12 de diciembre del 2006

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