Habíamos aprendido tácticas de evasión se segumientos, habíamos aprendido a hablar sin usar nuestros nombres, a comer papel y tantas otras cosas, pero no estábamos preparados para lo que pasó. No se puede estar preparado para que maten a tu papá o a tu profesor, que lo maten por pensar y por escribir, por querer que el mundo sea mejor. Y lo que pasa es que por último en la guerra, unos de los que haceres más estúpidos e inútiles de la humanidad, hay ciertas reglas, uno sabe qué esperar, y quién viste de soldado sabe que se está jugando la vida voluntariamente. Pero aquí no había guerra.
El papá de Manuel no iba de trinchera en trinchera ni lanzaba bombas, y ni siquiera lo promulgaba. Su trabajo era abrirle los ojos a sus alumnos, a nosotros, abrirnos el alma. Recuerdo por ejemplo, una clase que nos hizo donde nos enseñó lo que era y cómo se había originado la música Reggae, una música de protesta!
Pero sobrevivimos para sentirlo, para contarlo y para tener más claro que lo que se había hecho era una horrible transgresión, y que de alguna manera la vida de cada uno de nosotros iba a contribuir para que algo así no pudiera pasar otra vez.
Cada uno, hemos buscado maneras de llevar eso a cabo, contando lo vivido, sensibilizando, trabajando de alguna manera por una sociedad más justa. Algunos formando hijos con valores claros, otros investigando acerca de las sociedad, o del alma de las personas, o escribiendo canciones.
Aún.
No hay comentarios:
Publicar un comentario